Nací en Barcelona, obviamente no recuerdo ese momento, pero cuando intento recordar mi primera imagen, ese es el lugar, Las Carmelitas de la Caridad.
No vivía ahí porque era mala niña, si no porque mis padres viajaban mucho, trabajaban en equipo y les apasionaba el mundo de la construcción. No podían estar cada año cambiándome de colegio, aunque alguna vez lo intentaron, yo solo quería volver al convento.
Para mi fueron unos de los mejores años de mi vida, allí fui feliz! No era el típico convento al que vas de uniforme, las monjas son severas y el cura un salido, no, no era nada de eso. Era (porque ya no existe) un colegio al que venían niños de otros pueblos y se iban a sus casas al acabar las clases, mientras que otros nos quedábamos ahí a vivir.
Las monjas eran muy alegres, nunca te obligaban a rezar, ni a ir a misa, ni a creer en nada, esa era tu elección, ellas solo se preocupaban de que no te faltara ropa, comida, educación, ni felicidad. Habían niños sin padres, niños maltratados y niños como yo, que éramos los afortunados porque de vez en cuando nuestros padres nos venían a buscar.
Los viernes me ponía muy nerviosa, porque estaba todo el día con la incógnita de si mis padres me vendrían a recoger, no todos los fines de semana te tocaba la lotería, pero algunos si, y cuando escuchaba a las monjas decir, Bibi, Bibi, tu padre esta aquí! Yo corría sonriendo hasta la puerta enorme de madera y de un salto me agarraba a mi padre sabiendo...que ese iba a ser un gran fin de semana!
Para mi fueron unos de los mejores años de mi vida, allí fui feliz! No era el típico convento al que vas de uniforme, las monjas son severas y el cura un salido, no, no era nada de eso. Era (porque ya no existe) un colegio al que venían niños de otros pueblos y se iban a sus casas al acabar las clases, mientras que otros nos quedábamos ahí a vivir.
Las monjas eran muy alegres, nunca te obligaban a rezar, ni a ir a misa, ni a creer en nada, esa era tu elección, ellas solo se preocupaban de que no te faltara ropa, comida, educación, ni felicidad. Habían niños sin padres, niños maltratados y niños como yo, que éramos los afortunados porque de vez en cuando nuestros padres nos venían a buscar.
Los viernes me ponía muy nerviosa, porque estaba todo el día con la incógnita de si mis padres me vendrían a recoger, no todos los fines de semana te tocaba la lotería, pero algunos si, y cuando escuchaba a las monjas decir, Bibi, Bibi, tu padre esta aquí! Yo corría sonriendo hasta la puerta enorme de madera y de un salto me agarraba a mi padre sabiendo...que ese iba a ser un gran fin de semana!

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